Fabio Rojas,Profesor asociado del Departamento de Ingeniería Mecánica.

Fabio Rojas | Profesor Asociado del Departamento de Ingeniería Mecánica, Universidad de los Andes. |  Ph.D. en Ingeniería Mecánica de la Universidad Federal Santa Catarina | farojas@uniandes.edu.co|

Noviembre de 2022
El corazón del PUA (Proyecto Uniandino Aeroespacial), son sus estudiantes. Esta es una línea de investigación, del Grupo de Energía de Ingeniería Mecánica, en el que participan jóvenes innovadores que, desde sus conocimientos y capacidades, asumen el reto de pensar y desarrollar vehículos aeroespaciales que aporten al desarrollo de la cadena aeroespacial del país.
 

¿Sabía que la edad promedio de los ingenieros que hicieron parte del Centro de Control del Proyecto Apolo 11, la primera misión que le permitió al hombre llegar a la luna, era 27 años? La historia cuenta que la responsabilidad de poner en manos de científicos recién egresados de la universidad no fue un riesgo, sino que al contrario se convirtió en una gran ventaja.

La razón, como lo explica Gerry Griffin, exdirector del Centro Espacial Johnson de la NASA y director de vuelo en el programa Apolo, en una entrevista concedida a la BBC es contundente. “La tarea no tenía precedentes y como eran tan jóvenes tenían una actitud de vamos a ver cómo logramos esto. Ellos entendían bien cuáles eran los riesgos, pero simplemente no tenían miedo”, declaró al medio de comunicación. 

Este ímpetu y protagonismo de los jóvenes científicos se ha convertido casi en una regla en las demás misiones espaciales emprendidas alrededor del mundo. El Proyecto Uniandino Aeroespacial, PUA, no es la excepción. 

De acuerdo con Fabio Rojas, profesor asociado del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de los Andes y director del PUA, el proyecto nació con los estudiantes y todo lo conseguido dentro de la iniciativa ha sido un logro de ellos. 

“Ellos contribuyen en proyectos que les sirven para su graduación, son residentes en alguna materia que puede ser de pregrado, la tesis de maestría o doctoral, y con eso nos ayudan a pensar todo este tema de tecnología aeroespacial. Este tipo de proyectos motivan a los estudiantes, rescatan la emoción por la Ingeniería, por el aprendizaje y la formación”, agregó.

Desde que nació el proyecto en 2002, trabajan por llevar un objeto al espacio. Durante este tiempo han realizado seis intentos de lanzamientos y seis ensayos de motores en los que han buscado perfeccionar un vehículo aeroespacial que llegue cada vez más alto dentro de la atmósfera colombiana, hasta conseguir que cruce el espacio exterior. 

Un objeto que bien puede ser un satélite o un sistema, pero que, por sus propios medios, alcance a llevar una carga por encima de 103 kilómetros sobre el nivel del mar, lo que teóricamente, se considera como la frontera espacial. 

Contra viento y marea 

En estos 20 años de trabajo ha ocurrido de todo; han logrado celebrar el despegue de sus cohetes, pero también los han visto explotar sobre la plataforma o simplemente no arrancar. Este es un trabajo cuyos resultados no se alcanzan de la noche a la mañana, a la humanidad le tardó miles de años en pisar por primera vez la luna, incluso hoy, después de más de cinco décadas de este hito, las misiones no siempre resultan exitosas. 

Así que para los científicos del PUA cada tropiezo ha sido un aprendizaje y los reta para seguir con el proyecto contra viento y marea. Un desafío adicional fue la pandemia que los obligó a parar. Ya devuelta tuvieron que rearmar los vehículos para regresar a lo experimental. 

“Un plan de lanzamiento requiere mucha preparación. Aunque en el pasado el PUA ha conseguido ejecutar varias misiones, el presupuesto se acaba, de manera que hay que volver a realizar todo el proceso de planificación y esperar para una nueva. Este es un proyecto espacial universitario y como tal, avanza con ciertas limitaciones”, agregó el profesor. 

Señaló además que la atmósfera se estructura en capas y saltar entre una y otra es lo que hay que pensar y planear, lo que lleva bastante tiempo. 

“El proceso que puede verse por etapas, en la actualidad requiere revisar el plan de lanzamiento de vehículos que ya han sido diseñados y aprobados, pero que en cierta forma se deben seguir afinando. La idea para lo que resta de 2022 es avanzar en la propuesta estratosférica, es decir, cómo llevar el objeto aeroespacial a 12 kilómetros de distancia; además, incursionar un poco en la propuesta de la capa mesosfera, ubicada a 50 kilómetros de distancia y, en los años que siguen conseguir poner el objeto a 103 kilómetros en el espacio suborbital”, puntualizó Rojas. 

La tecnología aeroespacial es una ingeniería de mucho compromiso, un reto tecnológico de alto nivel, trabajar en ello requiere un conocimiento sutil y sofisticado que puede ser matemático y/o experimental, pero que en el transcurso permite a los estudiantes desarrollar capacidades de creatividad y de diseño. 

“Este proyecto aeroespacial con todas las limitaciones que tiene y con todo el entusiasmo, es solo una disculpa para formar ingenieros buenísimos. Son aprendices, lo que se saca son prototipos, lo que se intenta es aprender, se usa lo que sabe hacer un ingeniero, diseñar experimentos, hacer modelos, calcular, simular y conseguir llegar a prototipos que empiezan a ejercer una influencia sobre su conocimiento previo y sobre su raciocinio posterior”, afirmó el profesor Rojas. 

Países como India, Brasil, Argentina decidieron apostarle a este camino tecnológico de investigación, ensayo y desarrollo. La humanidad ha progresado mucho en sus modelos matemáticos, pero todavía nada reemplaza la experimentación, efectivamente es una forma de aprendizaje en ingeniería “así que toca llegar al fierro, de esta manera se puede estar seguro de que las ecuaciones funcionen”, explicó Rojas. 

Como cultura, en medio de esta sociedad moderna y dinámica, cada vez se observa más la necesidad de dirigirse hacia el terreno de la tecnología y evitar la aversión al riesgo. 

“Cuando se experimenta se aprende un montón. Este proyecto uniandino es una muy buena justificación para hacer cosas divertidas, grandes, elocuentes, notables. Yo saco buenos ingenieros, no saco ingenieros aeroespaciales, pero sí ingenieros que se han enfrentado a combustibles, a vehículos que vuelan, que han visto cómo sus máquinas suben, cómo sus ecuaciones funcionan, cómo sus softwares tienen una que otra limitación, esos son los que necesita la industria. Quisiera pensar que las generaciones modernas de colombianos empiezan a perder ese miedo al riesgo y PUA, es un ejemplo de eso”, subrayó Rojas. 

Normalmente en el PUA hay entre tres y cuatro estudiantes. Hay semestres en donde no se presenta nadie, pero hay otros en donde, por el contrario, llegan muchos y desafortunadamente no se tienen las condiciones para recibirlos a todos. 

Para Santiago Prada, estudiante de maestría en Ingeniería Mecánica de la Universidad de los Andes y miembro del PUA, este proyecto es su pasión. “Yo recuerdo que en el colegio yo hacía mis cohetes de agua para lanzar en el patio, desde ahí tengo esa idea de ver algo que yo haya hecho con mis propias manos en el cielo. Esa emoción que se siente cuando construyo, cuando llevo algo del computador y veo que ahora lo tengo en físico y es exactamente igual a lo que calculé, eso me motiva y me apasiona”, comentó.