Noviembre de 2022
Si esto no hubiera sucedido, tal vez no estaríamos hablando de este tema; por lo tanto, esto exige un acto de contrición que consiste en mirarnos a nosotros mismos desde diferentes frentes, mirarnos como país, lo que pensamos de nosotros como colombianos, lo que pensamos de los que vienen de afuera, hacia dónde va nuestra visión como ciudadanos y de nuestras potencialidades como innovadores. Esto incluye que tenemos que abordar ámbitos de nuestra historia, gobernanza y geopolítica, ámbitos que compartimos con nuestros países vecinos de América Latina.

Lo cierto del caso es que hemos construido una industria nacional y un Estado a partir de tecnologías que suponemos no pueden ser desarrolladas al interior de Colombia, ya sea por razones o restricciones presupuestarias o bien, ya sea porque culturalmente todo desarrollo científico importado y que cuesta en dólares o en euros es mejor.

En otras palabras, es difícil pensarnos en el sector aeroespacial con sellos de producción nacional como por ejemplo “hecho en Colombia” o “compra colombiano”, y aunque en algunos salones arrebatados de gente nos aplaudimos por el capital humano de nuestros ingenieros, falta aún creérnosla más y tener más confianza en nuestros alcances. 

Continuando con el acto de contrición del sector aeroespacial, este encara su mayor culpabilidad cuando los productos finales adquiridos en el extranjero, que hacen parte de la cadena, han empezado a necesitar mantenimiento y actualización. Cada compra costosa, además  requiere que un técnico de otro país venga en un vuelo y arregle el equipo, lo que a su vez es aún más costoso en el mediano y largo plazo. Por lo tanto, las industrias nacionales han empezado a certificarse para realizar esos mantenimientos y a hacerlos con mano de obra calificada del país. Más aún, debemos resaltar que softwares requeridos por dichas máquinas y equipos que antes comprábamos estamos empezando a desarrollarlos nosotros mismos.

Un claro ejemplo es la Corporación de la Industria Aeronáutica de Colombia – CIAC, que ha cambiado su nombre manteniendo sus siglas y ahora se llamará Corporación de la Industria Aeroespacial de Colombia – CIAC, incorporando esta visión, haciendo mantenimiento certificado a las aeronaves y generando empleo en Colombia. Siendo la empresa líder ha impulsado a otras medianas y pequeñas se motiven a entrar en este nuevo mercado.

Estamos cambiando, creyendo en nosotros un poco más y, además nos encontramos en un momento histórico, no hablábamos tanto de este sector desde 1967 cuando por medio del CONPES 239 se recomendaba la construcción y montaje de una estación terrestre para las comunicaciones por medio de satelitales.  El nuevo milenio llegó con la creación en el año 2006 de la Comisión Colombiana del Espacio – CEE, mediante el Decreto 2442, entidad adscrita a la Vicepresidencia de la República de Colombia con el propósito de aplicar tecnologías espaciales en las áreas de navegación satelital, observación de la Tierra, datos espaciales, astronáutica, astronomía, medicina aeroespacial, telecomunicaciones, entre otros.

Adicionalmente, el CONPES  3983 del año 2020 plantea una política pública para que el país pueda explotar el sector aeroespacial para mejorar la productividad, la diversificación y la sofisticación del aparato productivo. El año 2018, Colombia adquirió la suma de 282 millones de dólares en servicios satelitales, nada despreciable pensaría uno, sin embargo, el país invierte en exploración y explotación del espacio menos del 1% del PIB, siendo  la inversión con el menor registro entre los países de la OCDE, ahora sí algo lamentable.  

A pesar de las dificultades, el camino se ha ido abriendo para el largo plazo. A partir del CONPES 4069 del 2021 se planteó la nueva Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación que indica la hoja de ruta en materia científica del país hasta el 2031, en la cual se incluyeron los resultados de las líneas de investigación de la Misión de Sabios, es decir, un grupo de científicos del más alto nivel que analizaron y pensaron en qué nos tenemos que enfocar para hacer crecer el país, incluyendo este sector. 

De igual manera, por primera vez, el país está conectando su accionar mediante una triada conformada por industria, academia y gobierno. Aunque algunos mencionan la importancia de la sociedad como parte de una cuarta hélice, desde estos tres frentes se intenta, más bien, “intentamos, porque me incluyo”, pensar en una mejor sociedad para las generaciones futuras de nuestro país, de nuestros hijos y para evitar tanta fuga de cerebros. ¿Por qué pensamos en cómo llegar a Marte y explorar el espacio? La respuesta que yo tengo como profesor es que nos permite vivir mejor en la Tierra y nos permite desarrollar productos innovadores, patentarlos y luego utilizarlos por décadas hasta que se conviertan en productos de consumo masivo.

En relación con la triada, tengo que mencionar que no he visto un documento que distribuya los porcentajes para cada actor, pensaríamos que se divide en partes iguales y le correspondería un tercio al gobierno, un tercio a la industria y un tercio a la academia. No estoy seguro, considero que la responsabilidad y compromiso de la academia tiene que ser mayor que un tercio, no depender de los CONPES ni de los políticos de turno, es decir, no depender de que el gobierno empuje sino avanzar de la mano de la industria.

Por tal razón, he venido desde hace tres años integrando a mis colegas académicos de distintas universidades del país que de una u otra manera están vinculados con el sector aeroespacial en un grupo que hemos denominado COCSA, que significa Corporación Científica de Sector Aeroespacial. En varias reuniones, sobre todo al inicio, algunos de ellos me interrumpían en las congregaciones para preguntarme “¿por qué usted está haciendo esto?” y a otros se les oía decir “¡siempre Los Andes!” y, entendiendo que cualquier universidad podía tomar este liderazgo, lo hice desde un principio y lo sigo haciendo porque siento que el país necesita de un colectivo de académicos que pueda empujarlo y dar respuestas rápidas a preguntas, como a la que hicieron los ejecutivos de AIRBUS, que aún nos tiene medio rajados: “¿qué hacemos en el país?”

También, desde hace tres años he venido organizando el ActinSpace en Colombia, un evento que nació de la Agencia Espacial Europea en Toulouse en Francia, el cual consiste en generar unos retos a estudiantes para que se resuelvan en un tiempo récord de 24 horas. Esto se llama usualmente Hackathon donde los estudiantes se distribuyen por equipos, pasan trasnochando dentro de las instalaciones universitarias resolviendo los problemas. Al finalizar el tiempo, un jurado local conformado por científicos escoge el equipo ganador, el cual representa a Colombia en un evento en el exterior.

Esto se ha realizado entre la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional de Colombia. He aprendido con estos jóvenes que el entusiasmo acompañado de las oportunidades puede generar grandes resultados en el campo aeroespacial. Tenemos un capital humano que necesita pequeños empujoncitos y no lo percibimos hasta que vemos los resultados.  Este evento internacional nos posiciona de alguna manera en un mapa de países del mundo que participan en el sector.

Otros inconvenientes que enfrenta Colombia son algunos insumos y no solo en el país sino en la región andina – Comunidad Andina de Naciones -. Algunos insumos no podremos fabricarlos y por lo tanto tenemos que convivir con que debemos importarlos como es el caso de bienes de capital y distintos tipos de aceros y aceros inoxidables que requiere esta industria y cuyo principal productor es China. Este mensaje de falta de competitividad en ciertos sectores es lo que coloquialmente conocemos con la frase “si la vida nos dio limones aprendamos a hacer limonada”, que no es otra cosa en el ámbito académico “fabriquemos otras cosas en las cuales sí somos verdaderamente competitivos”.

Por lo tanto, este sector aeroespacial requiere de una cadena de suministro intensiva en bienes de capital, pero de igual manera intensiva en capital humano. La razón por la que Elon Musk se ha convertido en el hombre más rico del mundo es porque sus empresas se encuentran en la cadena de suministro aeroespacial que contempla el mayor grado de inversión en tecnología y a la vez el mayor grado de conocimiento científico. 

Por tal razón, en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes hemos venido preguntado desde principios de este año a algunos profesores ¿de qué manera entienden la cadena de suministro aeroespacial? y ¿qué estudios han realizado en este sector? A medida que fuimos conociendo las respuestas y las investigaciones de los profesores, entendimos que los departamentos que tiene la Facultad  (Ingeniería Mecánica, Ingeniería Civil y Ambiental, Ingeniería Química y de Alimentos, Ingeniería Eléctrica y Electrónica, Ingeniería de Sistemas y Computación, Ingeniería Industrial e Ingeniería Biomédica) están vinculados de una u otra forma con la cadena de suministro aeroespacial. Independientemente si nuestra Facultad de Ingeniería tenga o no un programa con el nombre Aeroespacial, hay una fuerte investigación en distintos frentes relacionados con este sector. En la cadena aeroespacial, lo que para algunos se considera un insumo para otros es un producto final. 

Por dar un ejemplo sencillo, en el caso de los satélites, desde el punto de vista de su construcción, para algunos profesores son productos finales debido a los componentes electrónicos y estructuras metalmecánicas mientras que, para otros profesores, los satélites son insumos para sus investigaciones porque hacen uso de las imágenes satelitales para desarrollar algoritmos con Inteligencia Artificial que ayudan a identificar tipos de coberturas.

En este sector, somos capaces de estar desde el área científica en aquello que no es visible o comprensible para el público en general. Estamos en la capacidad de apoyar desde la nanotecnología y la biotecnología a una industria en crecimiento, estamos capacitados para apoyar desde el fortalecimiento del desempeño del software por medio de algoritmos de Inteligencia Artificial. Estamos preparados, a partir del el conocimiento, para recomendar materiales, biomateriales, compuestos e incompuestos de una cadena que necesita inversiones enormes en estos desarrollos y más aún, lo estamos haciendo bajo modelos de economías circulares pensando en el medioambiente y reduciendo los impactos sobre el cambio climático. En lo no visible (nanotecnología) e intangible (software) estamos presentes y es en estos campos donde necesitamos enfocar nuestros esfuerzos.

Asimismo, este año firmamos un convenio con la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, específicamente con el Programa Aeroespacial, el cual tendrá sus primeros ingenieros egresados del país. En este sentido estamos fortaleciendo este Programa por medio de movilidad estudiantil para que usen nuestros laboratorios y generen nuevos conocimientos para el sector. De esta manera, empezamos a trabajar juntos como universidades desde el ámbito académico y queremos complementar nuestras investigaciones en vez de competir.

Paradójicamente, en la labor de conocernos como país y con esto quiero terminar mi acto de contrición, encontramos los fabricantes de aviones del clúster de Jamundí en el Valle del Cauca: AeroAndina, Ibis Aircraft y Caldas. Tres empresas que fabrican y exportan aviones para uso personal y para un mercado que está en crecimiento. A diferencia del alto precio y sofisticación de los aviones privados, los de Jamundí se están exportando al mundo porque las personas los compran para resolver un asunto de movilidad y de diversión. El punto crucial es que sus fabricantes, para sorpresa mía, no tienen títulos doctorales. Eso ha despertado en mi una inquietud ya que he sido profesor por 35 años y he formado a muchos ingenieros del país, pero ¿no he formado a ingenieros para que fabriquen aviones? 

Afortunadamente esta pregunta se ha empezado a responder por medio del Sistema Nacional de Cualificaciones, incluido en el Plan de Desarrollo 2018-2022 y creado por el Ministerio de Trabajo, el cual busca fortalecer la gestión del capital humano en el país e impulsar iniciativas de formación y educación que sean necesarios.  Por ejemplo, en este sistema se destaca el área de mantenimiento del sector aeronáutico que previamente explicamos. Siguiendo esta línea y aprovechando esta columna de opinión quiero dejar en claro que la educación que hacemos en el país tiene que servir para apoyar a las industrias de este país, generar nuevas empresas, promover el empleo local y, de esta manera, tener un crecimiento económico diferenciador en la región.

Eso es lo que me sigue motivando a seguir siendo profesor y que mediante mis cursos, investigaciones y como secretario del capítulo Colombia de UNISEC-GLOBAL, se promueva la alianza entre la academia, la industria y el gobierno y, de esta manera, impulsar al sector aeroespacial del país, creando un entorno el cual promueva el libre intercambio de ideas, información y capacidades relacionadas con la ingeniería espacial y sus aplicaciones, especialmente para las y los jóvenes, incluidos los más desfavorecidos para que nadie se quede atrás.