Bajo la dirección del Banco Mundial, ingenieros de Los Andes trabajan en la clasificación del estado de los centros educativos de algunos países afectados por catástrofes naturales. La información se sistematiza en un repositorio digital que, además, les enseña a los gobiernos cómo reducir los riesgos y construir espacios seguros para los estudiantes.
Hacer de las escuelas lugares más seguros luego de los daños causados por un desastre natural requiere mucho más que planeación, ejecución y recursos económicos. Se necesita toda una medición de la forma como fueron construidas, una descripción de las afectaciones y una estrategia de reducción del riesgo. Y lo más importante: saber dónde encontrar esa información.Para orientar a los países que requieran mejorar la infraestructura escolar y reducir el riesgo ante amenazas por desastres naturales, el Banco Mundial (BM) y su Programa Global para Escuelas más Seguras (PGSS, sus siglas en inglés) diseñó el proyecto ‘Soporte técnico a la Librería Global de Infraestructura Escolar (GLOSI, por sus siglas en inglés): edificaciones de pórticos en concreto reforzado’.
Y como responsables en su ejecución el BM vinculó a dos instituciones con la máxima experiencia: la Universidad de los Andes y el University College of London – UCL. Como director, desde Los Andes, fue designado Luis Eduardo Yamín (Q.E.P.D.), profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, quien labora con su equipo de apoyo: Rafael Fernández, Juan Sebastián Echeverry, Gustavo Fuentes, Miguel Rueda y Daniela Garzón, del Centro de Investigación en Materiales y Obras Civiles (Cimoc), de la Facultad de Ingeniería.
Desde 2018 ambas instituciones son las responsables de GLOSI, iniciativa que sistematiza la experiencia en el desarrollo de metodologías para la evaluación del riesgo en edificaciones escolares, su vulnerabilidad ante la ocurrencia de eventos naturales catastróficos como sismos, huracanes, inundaciones y otros, así como el diseño de planes para la reducción del riesgo.
En términos generales GLOSI es una biblioteca en línea, especializada en temas de infraestructura escolar, que da cuenta de la caracterización de las tipologías de las escuelas afectadas por eventos naturales alrededor del mundo. Además, reúne las medidas de reforzamiento diseñadas, aplicables a gran escala, para reducir riesgos y salvar vidas. GLOSI es un repositorio de evidencias, indicadores y recomendaciones.
Allí hay identificadas 40 tipologías con características similares globales, que se enfocaron en dos técnicas de construcción: concreto reforzado (a cargo del Cimoc) y modificaciones en mampostería (responsabilidad de UCL). “Se hizo en esos dos porque son comunes en la infraestructura escolar en el mundo y uno de los objetivos de nuestra labor es desarrollar intervenciones a gran escala”, explicó Rafael Fernández, quien desde el Cimoc participó en la creación y consolidación de GLOSI.
Esta es una carta de navegación que se actualiza en la medida en que consolidan proyectos de centros educativos más seguros, financiados por el BM y otras contribuciones.
Fernández, quien está profundizando en temas de reforzamiento escolar para su tesis de grado doctoral en Los Andes, destaca que el resultado logrado en GLOSI se debe, en parte, al trabajo interdisciplinario entre Los Andes y UCL que responde a un intercambio de conocimientos y labor en terreno.
“En UCL tienen muy buena experiencia en Nepal, Filipinas, India y buena parte del Sudeste Asiático. Nosotros tenemos el resultado de lo que se ha hecho en algunos países de América Latina y el Caribe. Fue el complemento entre dos equipos de ingenieros con vivencias muy distintas e igualmente valiosas”, aseguró el ingeniero.
La metodología de trabajo, sistematizada en GLOSI, ha sido aplicada en diferentes países, en particular en Perú, El Salvador y Colombia. Actualmente se realiza un estudio de la infraestructura escolar en República Dominicana en donde se busca desarrollar un programa integral de gestión del riesgo de desastres.
Las lecciones del Caribe
De manera paralela, mientras la información de GLOSI se consolida, las iniciativas alrededor del mundo que alimentan su banco de datos no se detiene. En 2018 el BM lanzó iniciativas para la elaboración de riesgos sísmicos en escuelas de El Salvador, al año siguiente en Cali (Colombia), y luego en República Dominicana, donde Los Andes y UCL trabajan actualmente bajo la figura de consorcio.
Además del análisis y la estrategia para reducción de riesgos, que está a punto de terminar, en República Dominicana, donde se estudiaron alrededor de seis mil escuelas que albergan a más de un millón y medio de estudiantes, la evidencia sumó datos de un factor común a todos los países del Caribe: los huracanes.
“Desarrollamos un modelo para todo el Caribe a partir de la experiencia de la isla La Española, que comparten República Dominicana y Haití. Encontramos, como en todos los países, que hay un antes y un después de las normas sísmicas”. Puede parecer obvio pero las construcciones solo se mejoran cada vez que hay una nueva normatividad respecto a la ocurrencia de sismos; sin embargo, el precio que se paga por las edificaciones construidas antes de la expedición de la reglamentación es muy alto en pérdidas humanas y materiales. En República Dominicana, por ejemplo, la norma más reciente es de 2011, expedida luego del terremoto de Haití, en 2010.
El Covid-19 y las nuevas escuelas
Y hay más. Después del examen a los aspectos estructurales de instituciones escolares en el Caribe, el equipo de ingenieros encontró una categoría nueva en la investigación, que se relaciona con su funcionalidad y que se detectó en las afectaciones por la pandemia del Covid-19.
“Del tema estructural pasamos al funcional. El Covid-19 nos llevó a una pregunta muy interesante en la investigación: ¿cómo integrar en planes de inversión estructuras seguras y funcionales y cuáles serán los beneficios que pueda ofrecer a los estudiantes?”, explicó Fernández.
A la luz de la pandemia hay dos aspectos fundamentales que hay que tener en cuenta en las edificaciones escolares que se construyan a futuro: la densidad o hacinamiento, porque hay colegios donde la capacidad es menor a la demanda; y la higiene y sanidad, pues en muchos casos no hay baños suficientes para atender a todos los estudiantes ni sistemas de acueducto o alcantarillado. A esa insuficiencia se suman las necesidades que los estudiantes tienen, por género, en temas de higiene y ese no es un problema visible. Según Fernández, “esos son aspectos que hay que revisar porque uno de los objetivos del proyecto es lograr la equidad.