GLOSI: UNA BIBLIOTECA PARA ESCUELAS MÁS SEGURAS
Bajo la dirección del Banco Mundial, ingenieros de Los Andes trabajan en la clasificación del estado de los centros educativos de algunos países afectados por catástrofes naturales. La información se sistematiza en un repositorio digital que, además, les enseña a los gobiernos cómo reducir los riesgos y construir espacios seguros para los estudiantes.
Hacer de las escuelas lugares más seguros luego de los daños causados por un desastre natural requiere mucho más que planeación, ejecución y recursos económicos. Se necesita toda una medición de la forma como fueron construidas, una descripción de las afectaciones y una estrategia de reducción del riesgo. Y lo más importante: saber dónde encontrar esa información.Para orientar a los países que requieran mejorar la infraestructura escolar y reducir el riesgo ante amenazas por desastres naturales, el Banco Mundial (BM) y su Programa Global para Escuelas más Seguras (PGSS, sus siglas en inglés) diseñó el proyecto ‘Soporte técnico a la Librería Global de Infraestructura Escolar (GLOSI, por sus siglas en inglés): edificaciones de pórticos en concreto reforzado’.
Y como responsables en su ejecución el BM vinculó a dos instituciones con la máxima experiencia: la Universidad de los Andes y el University College of London – UCL. Como director, desde Los Andes, fue designado Luis Eduardo Yamín (Q.E.P.D.), profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, quien labora con su equipo de apoyo: Rafael Fernández, Juan Sebastián Echeverry, Gustavo Fuentes, Miguel Rueda y Daniela Garzón, del Centro de Investigación en Materiales y Obras Civiles (Cimoc), de la Facultad de Ingeniería.
Desde 2018 ambas instituciones son las responsables de GLOSI, iniciativa que sistematiza la experiencia en el desarrollo de metodologías para la evaluación del riesgo en edificaciones escolares, su vulnerabilidad ante la ocurrencia de eventos naturales catastróficos como sismos, huracanes, inundaciones y otros, así como el diseño de planes para la reducción del riesgo.
En términos generales GLOSI es una biblioteca en línea, especializada en temas de infraestructura escolar, que da cuenta de la caracterización de las tipologías de las escuelas afectadas por eventos naturales alrededor del mundo. Además, reúne las medidas de reforzamiento diseñadas, aplicables a gran escala, para reducir riesgos y salvar vidas. GLOSI es un repositorio de evidencias, indicadores y recomendaciones.
Allí hay identificadas 40 tipologías con características similares globales, que se enfocaron en dos técnicas de construcción: concreto reforzado (a cargo del Cimoc) y modificaciones en mampostería (responsabilidad de UCL). “Se hizo en esos dos porque son comunes en la infraestructura escolar en el mundo y uno de los objetivos de nuestra labor es desarrollar intervenciones a gran escala”, explicó Rafael Fernández, quien desde el Cimoc participó en la creación y consolidación de GLOSI.
Esta es una carta de navegación que se actualiza en la medida en que consolidan proyectos de centros educativos más seguros, financiados por el BM y otras contribuciones.
Fernández, quien está profundizando en temas de reforzamiento escolar para su tesis de grado doctoral en Los Andes, destaca que el resultado logrado en GLOSI se debe, en parte, al trabajo interdisciplinario entre Los Andes y UCL que responde a un intercambio de conocimientos y labor en terreno.
“En UCL tienen muy buena experiencia en Nepal, Filipinas, India y buena parte del Sudeste Asiático. Nosotros tenemos el resultado de lo que se ha hecho en algunos países de América Latina y el Caribe. Fue el complemento entre dos equipos de ingenieros con vivencias muy distintas e igualmente valiosas”, aseguró el ingeniero.
La metodología de trabajo, sistematizada en GLOSI, ha sido aplicada en diferentes países, en particular en Perú, El Salvador y Colombia. Actualmente se realiza un estudio de la infraestructura escolar en República Dominicana en donde se busca desarrollar un programa integral de gestión del riesgo de desastres.
Las lecciones del Caribe
De manera paralela, mientras la información de GLOSI se consolida, las iniciativas alrededor del mundo que alimentan su banco de datos no se detiene. En 2018 el BM lanzó iniciativas para la elaboración de riesgos sísmicos en escuelas de El Salvador, al año siguiente en Cali (Colombia), y luego en República Dominicana, donde Los Andes y UCL trabajan actualmente bajo la figura de consorcio.
Además del análisis y la estrategia para reducción de riesgos, que está a punto de terminar, en República Dominicana, donde se estudiaron alrededor de seis mil escuelas que albergan a más de un millón y medio de estudiantes, la evidencia sumó datos de un factor común a todos los países del Caribe: los huracanes.
“Desarrollamos un modelo para todo el Caribe a partir de la experiencia de la isla La Española, que comparten República Dominicana y Haití. Encontramos, como en todos los países, que hay un antes y un después de las normas sísmicas”. Puede parecer obvio pero las construcciones solo se mejoran cada vez que hay una nueva normatividad respecto a la ocurrencia de sismos; sin embargo, el precio que se paga por las edificaciones construidas antes de la expedición de la reglamentación es muy alto en pérdidas humanas y materiales. En República Dominicana, por ejemplo, la norma más reciente es de 2011, expedida luego del terremoto de Haití, en 2010.
El Covid-19 y las nuevas escuelas
Y hay más. Después del examen a los aspectos estructurales de instituciones escolares en el Caribe, el equipo de ingenieros encontró una categoría nueva en la investigación, que se relaciona con su funcionalidad y que se detectó en las afectaciones por la pandemia del Covid-19.
“Del tema estructural pasamos al funcional. El Covid-19 nos llevó a una pregunta muy interesante en la investigación: ¿cómo integrar en planes de inversión estructuras seguras y funcionales y cuáles serán los beneficios que pueda ofrecer a los estudiantes?”, explicó Fernández.
A la luz de la pandemia hay dos aspectos fundamentales que hay que tener en cuenta en las edificaciones escolares que se construyan a futuro: la densidad o hacinamiento, porque hay colegios donde la capacidad es menor a la demanda; y la higiene y sanidad, pues en muchos casos no hay baños suficientes para atender a todos los estudiantes ni sistemas de acueducto o alcantarillado. A esa insuficiencia se suman las necesidades que los estudiantes tienen, por género, en temas de higiene y ese no es un problema visible. Según Fernández, “esos son aspectos que hay que revisar porque uno de los objetivos del proyecto es lograr la equidad.
EL PODER ANTIVIRAL DE LAS PLANTAS CONTRA EL SARS-CoV-2
Investigadores uniandinos trabajan para comprobar la capacidad antiviral que tienen productos naturales como el eugenol, el aceite de eucalipto, el cannabidiol y derivados de panela contra el SARS-CoV-2.
Octubre de 2020
El uso de productos naturales con fines terapéuticos, especialmente de plantas, es una práctica milenaria que hace parte de la medicina tradicional. Sin embargo, su poder medicinal es, en algunos casos, tan efectivo que muchos fármacos se han desarrollado a partir de los derivados de estas plantas. Este fue el caso de la morfina y la codeína, las cuales tienen un efecto analgésico, y fueron extraídas del opio y la quinina/artemisinina, las cuales provienen del árbol de quina y se utilizan para prevenir o curar la malaria, entre otras enfermedades.Este interés por los derivados de productos naturales y sus aplicaciones biomédicas se han convertido en la línea de investigación en la que trabajan, desde hace tres años, Carolina Muñoz, profesora asistente, y Juan Carlos Cruz, profesor adjunto del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de los Andes.
Durante este tiempo, los investigadores han logrado explorar aplicaciones terapéuticas a partir de los derivados de caña de azúcar que se usan para la producción de panela, en particular, sus propiedades regenerativas y antioxidantes. Lo han complementado con la exploración de los efectos microbianos y regenerativos que pueden tener aceites esenciales como la lavanda, extraído de la planta conocida como lavandula angustifolia.
En el contexto de la pandemia, este trabajo les permitió presentarse, junto con la empresa del sector de alimentos ALSEC, a la convocatoria del MinCiencias sobre ‘Estrategias de prevención de la infección por SARS-COV-2 y tratamiento de Covid-19’, con el propósito de evaluar moléculas derivadas de los aceites esenciales con los que la compañía venía trabajando para ser potencialmente utilizados como suplementos alimenticios capaces de fortalecer el sistema inmune frente a infecciones, especialmente por el SARS-COV-2.
“Lo primero que hicimos fue estudiar computacionalmente si los compuestos presentes en alta concentración en los extractos eran capaces de ejercer algún tipo de efecto inhibitorio sobre el SARS-CoV-2. Encontramos que efectivamente el eugenol, que proviene especialmente del clavo de olor, la canela y la nuez moscada; el aceite de eucalipto (1,8-cineol) y el cannabidiol, que se obtiene de la planta de cannabis sativa, pueden evitar que el virus entre en las células de las personas”, señaló Cruz.
Para ampliar los alcances de esta iniciativa, los profesores reformularon la investigación para participar en la convocatoria PA-20-178 del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH), en conjunto con la Escuela de Ingeniería Química y Materiales Avanzados de la Universidad de Adelaide y la Universidad de Australia del Sur. En esta nueva fase, el propósito será evaluar la capacidad antiviral de la formulación desarrollada con productos derivados de panela a nivel preclínico.
Para esto, se experimentará con virus relacionados con los que el equipo pueda operar en un nivel medio de bioseguridad, también llamado ‘BSL-2’, el cual aplica para laboratorios educativos, de diagnóstico y clínicos en donde se trabaje con agentes de riesgo moderado. A largo plazo, el equipo espera encontrar financiamiento para disponer de un espacio de trabajo que les permita alcanzar el nivel de bioseguridad máximo, en donde puedan directamente “infectar” sus líneas celulares con SARS-CoV-2 y probar las formulaciones. “Una vez demostrado el potencial antiviral in vitro, nuestro objetivo es continuar con las evaluaciones in vivo para poder atraer el interés del sector externo y así llevar el desarrollo a la escala clínica y eventualmente alcanzar su aprobación para ser comercializado”, añadió la profesora Muñoz.
BIOTECNOLOGÍA NACIONAL PARA EL DIAGNÓSTICO DEL COVID-19
La Universidad de los Andes produce, de manera local y con ingeniería nacional, uno de los reactivos indispensables de las pruebas diagnósticas del nuevo coronavirus.
Octubre de 2020
Aumentar el número de pruebas para detectar casos de Covid-19 ha sido una de las principales estrategias que han adoptado los gobiernos alrededor del mundo para mitigar y disminuir los contagios. Esto debido a que la identificación del virus permite, entre otras medidas, hacer cercos epidemiológicos que contengan su propagación.
Colombia, por ejemplo, pasó de hacer en promedio, 600 pruebas diarias al inicio de la pandemia a más de 30 mil para mediados de septiembre. Una tarea que ha contado con el apoyo de diferentes instituciones, entre ellas, la Universidad de los Andes, la cual dispuso el Laboratorio de Secuenciación – Gencore para el diagnóstico del virus, que se convirtió en uno de los de mayor capacidad del país en el procesamiento de muestras.
Este trabajo le permitió a la universidad identificar la dificultad para acceder a la transcriptasa reversa, uno de los reactivos necesarios para detectar el nuevo coronavirus en el diagnóstico de pruebas qPCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa), por sus siglas en inglés, debido a que este insumo no se produce en el país y su importación se ha dificultado por la creciente demanda mundial.
Esta fue la oportunidad para que el Departamento de Ingeniería Química y de Alimentos de Los Andes, con el apoyo de la Vicerrectoría de Investigación y Creación de la Universidad, decidiera, gracias a los avances que ha hecho su grupo de investigadores en el área de la biotecnología, empezar a trabajar en la producción nacional de este reactivo (enzima).
Inicialmente se recibió la donación por parte de la Universidad de California en San Diego (UCLA) del ADN necesario para iniciar el desarrollo de la tecnología y producir la enzima necesaria para el diagnóstico basado en PCR cuantitativa. Adicionalmente, el grupo de investigadores se presentó, en alianza con la Fundación Valle del Lili y la Universidad ICESI de Cali, a la convocatoria para acceder a recursos del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación del Sistema General de Regalías (SGR), con el fin de fortalecer laboratorios de biología molecular, de la cual salieron favorecidos.
“El propósito de la alianza es producir la enzima a gran escala, de manera que sirva para abastecer a los laboratorios de las universidades que están haciendo pruebas diagnósticas, pero que esta llegue también a las demás instituciones que están trabajando en el tema y que lo requieran, inicialmente en Cali y el resto del Valle del Cauca”, señaló Andrés González Barrios, director del Departamento de Ingeniería Química y de Alimentos de Los Andes y líder del proyecto por parte de la institución.
Resultados exitosos
Entre marzo y agosto de 2020, los investigadores lograron producir la enzima y realizar los primeros ensayos de efectividad con resultados exitosos. Esto quiere decir que el producto cumple la reacción que se requiere para lograr diagnosticar la presencia del virus.
De acuerdo con González, la enzima ya fue entregada al Instituto Nacional de Salud (INS), para que la entidad realice las pruebas de verificación y funcionalidad del reactivo. El siguiente paso será formalizar una alianza con la empresa Vecol para producción a escala industrial.
“Actualmente estamos produciendo entre 20 y 30 mililitros de transcriptasa reversa en 8 horas. El siguiente paso es alcanzar los 5 y 7 litros para llegar finalmente a volúmenes de producción industrial de 500 litros”, agregó el investigador.
Para González, la biotecnología está jugando un rol fundamental debido a la pandemia, lo que abrirá enormes oportunidades para entrar a este mercado y desarrollar economías basadas en este tipo de ingeniería. “Para la Universidad y para el país en general este es un gran avance en el área de investigación para el desarrollo de enzimas recombinantes y para el diagnóstico de enfermedades contagiosas”, concluyó.
LUIS FERNANDO ALARCÓN
“UNO ES EL DIRECTOR DE ORQUESTA”
Mayo de 2020
Un ‘todero generalista’, así se describe Luis Fernando Alarcón Mantilla, pues la vida lo ha llevado a “asumir responsabilidades de carácter muy general en distintos sectores”. Ha ocupado posiciones de primer nivel en ámbitos muy diversos como la presidencia de la Flota Mercante Gran Colombiana, empresa de transporte marítimo; de Asofondos, gremio de los fondos de pensiones; y la gerencia de ISA (Interconexión Eléctrica S. A.). “He estado en organizaciones grandes, pequeñas, medianas, más formales o informales”, resalta, pero la clave de su éxito profesional ha sido adaptarse a las circunstancias de cada una, de la manera más flexible y con mucha entereza.Sus años como alumno de Los Andes estuvieron marcados por los movimientos estudiantiles de comienzos de la década de los setenta, que incluso llevaron a la suspensión de las clases en diferentes ocasiones. Por aquella época la Universidad era más pequeña, pero su modelo educativo ya tenía algunas de sus cualidades típicas, como la posibilidad de brindar una formación amplia, de acuerdo con los intereses de cada persona.Gracias a esto, mientras estudiaba ingeniería civil exploró áreas como la modelación matemática y la estadística, temas fuertes en ingeniería industrial, y comenzó a tomar algunas materias de economía.
“Hoy en día es común que las universidades ofrezcan una formación diversificada, pero Los Andes fue pionera. En la actualidad eso es indispensable, porque hoy no tiene mucho valor una educación tan profesionalizante, puesto que el conocimiento y las cosas van cambiando. Por el contrario, es más importante y útil tener una preparación amplia, diversa, con énfasis en aspectos humanísticos, sociales… que el estudiante tenga una visión mucho más integral del mundo, del conocimiento, de la ciencia, de la sociedad”, señala el también ex ministro de Hacienda y Crédito Público (1987-1990).
“Nunca he pensado en que quiero llegar a tal posición, no ha habido nada planeado ni deliberado; pero siempre he tratado de asumir las responsabilidades que he tenido en cada momento, con toda entrega, dedicación y empeño”
Luis Fernando Alarcón
Tan pronto obtuvo su diploma como ingeniero civil ingresó al Programa de Economía para Graduados, pero no se graduó, pues viajó a Estados Unidos para realizar la Maestría en Ingeniería Civil en Sistemas de Recursos Hidráulicos, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Inició su doctorado en esa misma institución; sin embargo, decidió volver a Bogotá con la intención de trabajar un tiempo y regresar más adelante para terminar sus estudios. Fue entonces cuando “la suerte y el azar” intervinieron, pues en la capital colombiana le ofrecieron la oportunidad de ocupar la jefatura de la Unidad de Inversiones Públicas en el Departamento de Planeación Nacional. “Eso definió buena parte de mi carrera, porque no terminé el doctorado y, a partir de ahí, pasé por distintos cargos y cuatro años después me convertí en Ministro de Hacienda”, añade.
Aunque han sido muchos y muy variados los retos profesionales a los que se ha enfrentado a lo largo de 45 años de carrera, su clave ha sido siempre afrontarlos con integridad y compromiso. “Nunca he pensado en que quiero llegar a tal posición, no ha habido nada planeado ni deliberado; pero siempre he tratado de asumir las responsabilidades que he tenido en cada momento, con toda entrega, dedicación y empeño”.
Es profunda la gratitud y el entrañable afecto que siente por la Universidad de los Andes, institución a la que siempre ha estado ligada. Hace más de dos décadas presidió Uniandinos, Asociación de Egresados de Los Andes, que le otorgó la Orden Séneca por su contribución. Además, desde hace cerca de 25 años forma parte del Consejo Superior de la Universidad y, en la actualidad, es miembro del Consejo Directivo.
A los universitarios les aconseja disfrutar los años estudiantiles, tratar de resolver dudas, hacer preguntas y expresar lo que piensen. “Deben aprovecharlos, porque después tendrán que enfrentar otras responsabilidades, pensar en valerse por sí mismos, en cómo es el empleo, en su vida laboral”.
Desde 2015 se ha dedicado a lo que él denomina ‘dar opiniones y consejos’. “Me retiré porque pensé: todavía tengo bastantes cosas para hacer y años para vivir. Quiero tener la oportunidad de disfrutarlos de otra manera, de adaptarme y de continuar haciendo cosas útiles y seguir aportando en lo que pueda. Mis labores actuales son un trabajo muy gratificante”, resalta.
En la actualidad, forma parte de la junta directiva del Grupo de Inversiones Suramericana, de Emgesa S. A., de Frontera Energy Corp., y de la Fundación Plan. Además, preside la junta directiva del Grupo Éxito. “El comercio minorista se ha vuelto tremendamente competido, han aparecido nuevos actores, nuevos formatos, y el comercio electrónico impone unos desafíos gigantescos”, comenta sobre los retos que afronta la compañía. Se siente afortunado, pues considera que el equipo de la empresa ha sido visionario y ágil en tratar de identificar —y la junta directiva en entender y validar—, las estrategias que les permitan adaptarse a esas circunstancias. “El Grupo Éxito ha sido muy exitoso al modificar y fortalecer algunos de sus formatos, para dar una respuesta apropiada a los cambios en los hábitos de consumo”, concluye.
MYRIAM LUISA DÍAZ
UNA INGENIERA EN EL MUNDO DE LAS ARTES
Mayo de 2020
“Eran los años 80… Queríamos resolver todo”, recuerda Myriam Luisa Díaz hoy sentada en la oficina desde donde dirige el Departamento de Arte de la Facultad de Artes y Humanidades de Los Andes. Se refiere a su vida estudiantil y de recién graduada como ingeniera de sistemas y computación, cuando la generalidad era “querer ayudar en todos los temas en el campo de producción humana”. La inspiración fue, principalmente, la llegada de los primeros computadores personales a la Universidad. Ahí ella pudo desarrollar, como proyecto de grado, un prototipo de diseño textil. “¡Uno podía tejer virtualmente la tela y visualizarla a ocho colores antes de hacerla en físico!”, dice emocionada tanto del recuerdo como de la evolución de la tecnología desde entonces hasta la fecha.
Debió desenmarañar el misterio de la creación textil para luego crear esa solución computarizada. “Tuve que comprender los procesos básicos de un tejido para poder conceptualizarlo y poder crear un modelo”. Eso, que en palabras suena tan fácil, fue todo un reto para una mente teórica y sistémica como la de ella. La ventaja fue –y siempre lo ha sido– su interés por aprender. Ese rasgo tan de su personalidad tuvo, además, refuerzo en su vida de estudiante uniandina.
“La universidad me dio herramientas muy útiles en términos de formación integral porque siempre se preocupó por acercar a los estudiantes a otras áreas”
Myriam Luisa Díaz
Tal vez por eso no se le hace extraño el hecho de ser una mujer ingeniera dirigiendo un departamento de arte. Finalmente, esa fusión de saberes ha sido su realidad desde hace 30 años cuando fue nombrada coordinadora de informática de los Programas de Artes Plásticas y Textiles y desde entonces ha estado en lo que después se convertiría en la Facultad de Artes y Humanidades.
Su experiencia le ha enseñado que la experiencia no necesariamente define el campo de acción de un profesional y que la ingeniería, al ser tan aplicada, tiene diferentes áreas de proyección.
Ha sido profesora en Arte y directora de la especialización de Creación Multimedia durante sus 16 años de existencia. Fue un proyecto que dejó muchos buenos recuerdos y ejemplos de trabajos multidisciplinarios, de los que es fan y defensora. Porque ella también ve muy clara la relación entre arte y electrónica, arte y computación, arte e ingeniería civil… El mundo para ella es multidisciplinar.
Y aunque mantiene vigentes unos interrogantes que la rondan sobre lo que es pertinente enseñar de informática en una escuela de artes, hay dos conceptos que la guían: abstraer y conceptualizar. Para ella, esos dos verbos cruzan tanto al arte, como a la ingeniería. Y ella, magistralmente, ha logrado juntarlos en lo que denomina el pensamiento computacional, o la forma de resolver problemas usando el computador. Eso es lo que más le gusta de enseñar, porque siente que ayuda mucho a los creadores artísticos a utilizar medios electrónicos e incluso a potenciar su creatividad.
De todas maneras, su experiencia le ha enseñado que la carrera no necesariamente define el campo de acción de un profesional y que la ingeniería, al ser tan aplicada, tiene diferentes áreas de proyección. Por eso, aunque su vida ha transcurrido entre artistas, está tan orgullosa de ser ingeniera que considera que es una de sus cualidades. “Me gusta ser lo que soy”, asegura.
RECREOVÍA DE BOGOTÁ: CONECT@DOS POR EL DEPORTE
Después de comprobar las ventajas de la Recreovía, el programa público de actividad física en Bogotá, un equipo de epidemiología e ingeniería logró establecer beneficios en términos de capital social. Lo hicieron con tecnología y análisis de redes sociales temporales.
Mayo de 2020
Encontrar la forma en la que un programa distrital como la Recreovía de Bogotá impacta los estilos de vida de las personas frente a la generación de relaciones sociales, fue el más reciente reto que se impusieron el profesor de Ingeniería Industrial Felipe Montes, la estudiante de maestría Ana María Jaramillo, y la epidemióloga y profesora titular de la Facultad de Medicina, Olga Lucía Sarmiento, con sus respectivos equipos de trabajo. Querían indagar cómo se construyen las interacciones sociales a través de la participación en programas de actividad física.
Por estudios previos, ya sabían que 4 de cada 10 usuarios de la Recreovía de Bogotá se dedicarían a actividades sedentarias si no contaran con ese servicio, o que para 2 de cada 5 usuarios ese es el único lugar donde practican actividad física. El programa es de acceso gratuito para los usuarios, y a la ciudad le cuesta apenas 8 centavos de dólar la clase por cada participante.
¿Qué es la Recreovía?
El programa de recreovías del Instituto Distrital de Recreación y Deporte de Bogotá nació en 1995. Busca promover y generar hábitos y estilos de vida saludables a través de la práctica de actividad física dirigida y musicalizada en sesiones de unos 45 minutos de duración. Hay más de 60 puntos en la ciudad, ubicados en 19 de las 20 localidades. Anualmente, registra más de 1,3 millones de usuarios de sus servicios.Además de promoción de hábitos de vida saludables, el programa pretende llegar en igualdad de condiciones a los diferentes grupos poblacionales de la ciudad, sin distinción de etnia, edad, género o condición social con un enfoque: cultural, incluyente, educativo y saludable.Además, se interesa por fortalecer los valores sociales que permitan la construcción de una sociedad participativa con sentido de pertenencia y cuidado hacia los espacios públicos de la ciudad.
El interés ahora era determinar qué otros beneficios además de los relacionados con la actividad física podría generar el programa entre sus participantes. Para eso siempre han trabajado en conjunto con el Instituto Distrital de Recreación y Deporte, que quería indagar por el desarrollo de comunidades alrededor del programa, dado que uno de sus propósitos es fortalecer los valores sociales.Para comprender el fenómeno, los investigadores hicieron uso de la tecnología: observaron durante 20 semanas el comportamiento de las redes sociales de personas asociadas a la Recreovía aprovechando la apertura de tres nuevos puntos: Meissen, Valles de Cafam y Santa Isabel.
Eso les permitió partir de cero interacciones entre unos y otros y ver su evolución. Así, fueron notando cómo de dos o tres interacciones, iban pasando a 7, a 10… hasta llegar a 2.565 interacciones entre 272 seguidores que suman las cuentas de Facebook de los tres nuevos puntos. “Empezamos a ver cómo estas personas que iban al programa empezaban a cohesionarse, a volverse una comunidad”, indica el ingeniero Montes.
Y no solo midieron la cohesión entre los participantes, sino entre los grupos de interés alrededor del programa. Entonces se fijaron también en las interacciones de los instructores, representantes de la industria de la recreación y el deporte, y miembros o entidades del gobierno distrital.
Así, pudieron identificar que, en general, los instructores tienen más interacciones que el resto de personas, dado que “son los que más exposición tienen de todo el grupo” y las figuras más visibles de todo el programa. El 44% de las relaciones virtuales de los instructores es con participantes, 25% con miembros de la industria, 15% con otros instructores y 16% con cuentas o personas del gobierno distrital.
Sin embargo, entre participantes hay un alto nivel de conexiones: el 34% de sus conexiones es con otros participantes, el 20% es con instructores y el 16% con miembros del Gobierno. Para los investigadores, ese nivel de aproximación entre participantes da cuenta de algo que denominan el crecimiento auto organizado, que sería lo que les permitiría eventualmente dejar de depender de la existencia de un programa o de la presencia de un instructor para generar acciones comunitarias.
Trabajo interdisciplinar para llegar a las fronteras del conocimiento con estudio de Epiandes“Cuando soñamos solos, los sueños son solo sueños; cuando soñamos juntos los sueños se hacen realidad”. Con esa cita, Felipe Montes recuerda a su mentor, Roberto Zarama, para explicar el éxito que han tenido en el trabajo interdisciplinar su laboratorio, conocido como el Social and Health Complexity Center, y el grupo de epidemiología que dirige Olga Lucía Sarmiento, Epiandes.
Trabajan juntos desde 2009 integrando metodologías de sistemas complejos a la problemáticas de salud pública y epidemiología de la ciudad. Ingeniería y salud pública avanzando en paralelo para llegar a las fronteras del conocimiento.
Lograr la integración a la que han llegado, en la que, de acuerdo con el profesor Montes, ya no necesitan traductores, porque “cada uno ya habla el lenguaje del otro”, ha sido un trabajo de tiempo, apertura y apoyo de investigadores que entienden y pueden trabajar con lógicas ajenas a su área de estudio, así como entidades y grupos de investigación que crean en el potencial del trabajo interdisciplinar.
En este caso, el Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD), que les ha permitido explorar posibilidades de investigación para encontrar el valor social y la relación costo-beneficio de sus programas. También organizaciones internacionales como el Center of Desease Control (CDC) en Atlanta (EE.UU.) y el Centro de Excelencia de Investigación en Modelamiento y Simulación de Fenómenos y Procesos Complejos (CEIBA), que han ofrecido el financiamiento que permite la evolución de la investigación.
Si bien la investigación evaluó las interacciones sociales virtuales, estas revelan interacciones reales. “Para que lleguen a Facebook debe haber una conversación, un momento posterior a la clase que llega por lo menos a la conexión de personas a través de la red social donde se comparte información personal. Eso ya implica un nivel mayor de relacionamiento que solo ir a la clase”, explica Montes.Además, es un modelo de investigación en línea que resulta más económico que otras alternativas y que generan proxis eficientes de capital social, de acuerdo con la epidemióloga Olga Lucía Sarmiento, quien recuerda incluso una ocasión en que la permanencia del programa estuvo en riesgo y los usuarios armaron grupos en redes sociales en los que abogaron por su permanencia.
Los hallazgos de esta investigación se publicarán en la revista Network Science, y se convierten en un insumo valioso para demostrar la pertinencia del programa para el bienestar de los bogotanos, pues con rigor científico puede asegurarse que promueve la actividad física, la calidad de vida relacionada con la salud, la satisfacción por la vida y, además, la cohesión y el capital social.
Llegar a esas conclusiones ha sido posible gracias a que la mirada del problema, o de la pregunta de investigación por resolver, se la plantean desde diversos modelos mentales. Por un lado, está la epidemiología y la necesidad de promover la actividad física como herramienta para reducir enfermedades crónicas y los consecuentes costos en el sistema de salud. Y por el otro, está el análisis de sistemas complejos, dado que las ciudades, sus programas y las relaciones sociales son ejemplo de ello. “Y ambas miradas tienen el mismo peso, es un trabajo interdisciplinar”, explica Olga Lucía Sarmiento.
APROVECHAMIENTO Y NUEVOS USOS DEL CACAO EN COLOMBIA
¿Sabías que el residuo del cacao puede transformarse en envases, empaques y otra cantidad de productos, incluyendo insumos para la construcción? Conoce cómo investigadores de Los Andes lo hacen realidad.
Mayo de 2020
El cultivo y consumo de cacao es una tradición ancestral que se ha heredado por generaciones convirtiéndose en uno de los principales productos agrícolas de regiones como Centroamérica y Sudamérica. Aunque Colombia no es uno de los principales productores, de acuerdo con la Federación Nacional de Cacaoteros, entre 2011 y 2018, el sector pasó de producir 37 mil toneladas a más de 56 mil toneladas de granos de cacao.
Este dinámico crecimiento se debe, en buena medida, a que el cacao se ha convertido en uno de los proyectos productivos más destacados dentro del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso ilícito (PNIS), en el marco de la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las FARC, favoreciendo a miles de familias víctimas del conflicto armado que han encontrado una nueva oportunidad dentro de la economía legal.
Este nuevo panorama ha permitido que se fortalezca el trabajo que desde hace varios años viene desarrollando el sector con el propósito de consolidar diferentes proyectos de innovación que contribuyan a alcanzar procesos mucho más sostenibles a lo largo de su cadena productiva.
Para logarlo, las empresas del sector han buscado el apoyo de las universidades para desarrollar este tipo de iniciativas. Una de ellas es la que adelanta la empresa Casa Luker con la Universidad de los Andes por medio del proyecto ‘Aprovechamiento y transformación de residuos generados del cultivo de cacao’, y que demuestra el gran interés que tiene la compañía en gestionar desarrollos con impacto social y ambiental.
La iniciativa, que inició su primera fase en agosto de 2019, busca encontrar nuevos usos para las más de 12 mil toneladas de residuos que deja la producción anual en las plantaciones de Necoclí (Antioquia) y Palmas (Casanare) de Casa Luker.
De acuerdo con Alicia Porras, profesora asistente del Departamento de Ingeniería Química y de Alimentos de la Universidad de los Andes y directora de la iniciativa por parte de la institución, durante el proceso productivo del cacao solo se aprovecha, aproximadamente, el ocho por ciento del fruto para la producción de cacao seco, el resto son residuos y subproductos, entre estos, la cascarilla de la semilla y la cascara exterior, también llamada cacota o mazorca.
Y es precisamente con estos residuos que el grupo de investigadores de Los Andes busca su valorización a través del desarrollo de nuevos materiales y diseño de productos verdes usando las fibras naturales extraídas de los sobrantes a partir de su transformación química y mecánica, tras su mezcla con otros polímeros biodegradables.
“Con estos residuos hemos desarrollado laminados, películas y filamentos para impresión 3D, materiales biodegradables con aplicaciones potenciales para la fabricación de envases, empaques y otra cantidad de productos, incluyendo insumos para la construcción, y que podrán ser utilizados por la propia compañía a través del concepto de economía circular”, agregó la profesora.
En este momento, el proyecto se encuentra en su segunda fase que podrá extenderse hasta 2021 y en la que se adelantarán las pruebas para mejorar el diseño conceptual y funcional del material para que cumpla todas las especificaciones técnicas requeridas
–inocuidad, toxicidad, absorción, humedad, entre otras–. La siguiente fase será trasladar la investigación del laboratorio para escalarla de manera industrial.
Para la profesora, los buenos resultados de este tipo de proyectos se dan gracias a los 10 años de investigación que los departamentos de Ingeniería Química y de Alimentos e Ingeniería Mecánica de la Universidad de los Andes han realizado para desarrollar nuevos materiales y filamentos para impresión 3D a partir de materiales reciclados y/o biodegradables en combinación con fibras naturales y/o residuos agroindustriales colombianos.
ALIMENTOS CON-CIENCIA, UN PROYECTO CON MÚLTIPLES ARISTAS
Un sistema acuapónico articula este proyecto, que reúne profesionales de diferentes disciplinas para reflexionar sobre la producción de alimentos, la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, el trabajo en equipo.
Mayo de 2020
“¿Qué sabes tú?, ¿qué sé yo?, ¿cómo implementamos lo que sabemos a un trabajo, una oportunidad o un problema? Y, a partir de esos dos conocimientos, ¿cómo creamos uno nuevo? Eso es trans-disciplinariedad”, explica el profesor del Departamento de Diseño, Freddy Zapata sobre una de las principales cualidades de Alimentos Con-Ciencia, proyecto que lidera.
A través del diseño, se reúnen profesores, estudiantes y profesionales de múltiples disciplinas como medicina, ingeniería electrónica, ingeniería mecánica, ingeniería de sistemas y computación y zootecnia. Alimentos Con-ciencia fundamenta la investigación a partir de procesos metodológicos y de trabajo colaborativo entre diferentes disciplinas, para generar espacios de discusión y de creación. En este caso, en torno a la producción de alimentos y a la educación sobre seguridad alimentaria, mediante el estudio de un problema común: un sistema acuapónico.
Un tablero interactivo en cuatro niveles
“En lo que concierne al diseño y montaje del sistema acuapónico, junto con Freddy Zapata y Leonardo Parra-Agudelo —también profesor del Departamento de Diseño— pensamos en cómo motivar la interacción con el sistema y cómo analizar la interacción que éste tendrá con las personas a su alrededor”, señala el profesor del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Computación, Pablo Alejandro Figueroa.
Como resultado de esta reflexión y discusión con el equipo multidisciplinar de trabajo, parte del equipo se centró en el desarrollo de una estructura de experiencia de usuario aplicada a un tablero educativo interactivo.
Esta es una herramienta que permite visualizar en tiempo real toda la información del acuapónico —alojada en un servidor en la nube—, luego de haber sido captada por los sensores y las cámaras implementadas en el sistema. Estos datos son recolectados por un computador RaspBerry Pi que emplea algoritmos de inteligencia artificial, basados en técnicas de redes neuronales entrenadas para medir el crecimiento y desarrollo de las plantas y los peces. A mediano plazo, el objetivo del software es usar esta información para implementar un plan de pedagogía y de concientización alrededor del tema de la seguridad alimentaria.
“En los procesos de educación es clave establecer un sistema escalonado, en el cual la gente —dependiendo del nivel de interés o de sus necesidades— pueda acceder a unas cosas u otras”, señala Parra sobre el tablero, cuyo diseño está planteado en cuatro niveles:
El primero incluye una pequeña introducción a los acuapónicos y sus posibles beneficios. Le permite al usuario entender de manera muy general para qué sirven y cómo funcionan. El segundo presenta visualizaciones de datos sencillos sobre los peces y las plantas. En el tercero brinda datos más complejos que permiten observar el estado actual de los peces y de las plantas, en comparación con el crecimiento que han tenido. Y el cuarto ofrece una comparación entre el crecimiento de peces y plantas, en relación con el tiempo, para monitorear el funcionamiento del sistema y sacar conclusiones.
“Alimentos Con-ciencia no se trata solo de crecer y cosechar, sino de que encuentres información, mediante el uso de tecnologías, y entiendas cómo ésta genera diferentes interacciones con las personas”, resalta Zapata.
El montaje del sistema acuapónico, junto con el desarrollo del tablero interactivo, es apenas una de las fases necesarias para seguir adelante con Alimentos Con-ciencia. Una vez lista, el paso siguiente es desarrollar diferentes investigaciones que hagan uso del tablero y los demás componentes del sistema acuapónico.
“Por ejemplo, nos interesa tratar de ver porcentajes de crecimiento en tiempo; si podemos identificar por qué crecen, o no, las plantas; si ese crecimiento lo podemos correlacionar con la humedad o con la presión… Con más información, pueden hacerse análisis que crean otras oportunidades. Desarrollar el software no es la investigación. Ésta se dará cuando empecemos a ver qué pasa con el sistema acuapónico”, puntualiza Figueroa.
Pablo Figueroa
Ph.D. de la Universidad de Alberta.
pfiguero@uniandes.edu.co
ENERGÍA ALTERNATIVA: ¿CÓMO PREDECIR LA RADIACIÓN DEL SOL?
Ahora que la investigación se esfuerza por encontrar soluciones para impulsar el uso de energías alternativas, un profesor y un estudiante del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica propusieron un método para predecir la radiación solar en lugares donde no se dispone de la información necesaria para ello. La predicción ayuda a reducir problemas de seguridad y estabilidad propios de la generación de energía en sistemas fotovoltaicos.
Agosto de 2019
¿Cómo saber qué va a pasar en el futuro si ni siquiera se tienen datos de lo que ha sucedido en el pasado? Esa era la incógnita que el estudiante Andrés Felipe Zambrano intentó responder junto al profesor Luis Felipe Giraldo, del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica, pensando en los sistemas de generación de energía a partir del sol.
La importancia de conocer por anticipado la radiación del sol en los lugares donde se colecta su energía, radica en la necesidad de evitar situaciones de inestabilidad, dada su naturaleza intermitente. “Si sé que no va a haber suficiente radiación solar puedo captar energía de otra fuente y garantizar que el sistema no tenga interrupciones o que se acabe la energía”, explica el profesor Giraldo.
El problema de predecir la radiación ya se había resuelto para casos en los que se dispone de la información previa del lugar. Lo que ellos consiguieron fue un mecanismo para predecir esa radiación en lugares en los que no existen esos datos.
Entonces, utilizando información del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) sobre temperatura y humedad relativa; así como información satelital sobre velocidad del viento, presión atmosférica y precipitaciones, obtenidas de bases de datos de la NASA, construyeron una métrica para descubrir información de otros lugares que puede ser utilizada para predecir radiación solar en otro sitio.
El campo de aplicación fue el territorio colombiano, y lo que hicieron fue comparar los resultados de su predicción con los datos reales de radiación en los lugares donde sí se dispone de esa información. Al observar que las coincidencias entre la predicción y la realidad fueron altas, el siguiente paso fue sugerir una métrica de distancia –no geográfica– que permite extrapolar las predicciones a lugares donde no hay información.
Esa distancia se refiere más bien a la similitud de las variables que pueden aportar en la predicción de la radiación solar. “Es una métrica que me dice cuáles son los puntos más similares al sitio donde quiero hacer la predicción –y para el cual no tengo datos-, de modo que si tomo la información de esos sitios cercanos, el modelo me pueda dar una predicción suficientemente precisa”, explica el profesor Giraldo.
La creación de la métrica es un paso importante en la implementación de sistemas de energía solar en ubicaciones de difícil acceso.
Evaluación de la calidad del agua
Otro proyecto en el que participa el profesor Giraldo, busca monitorear las condiciones del agua en Colombia. Bajo el liderazgo de la profesora Alba Ávila y la participación de Giraldo, el trabajo de la estudiante Ana Leonor Acevedo consistía en predecir la temperatura del agua del río San Francisco, en el centro de Bogotá, a partir de sensores instalados en cuatro puntos del canal del Eje Ambiental.
Luis Felipe Giraldo
Ph.D. en Ingeniería Eléctrica de Ohio State University.
lf.giraldo404@uniandes.edu.co
JUAN BENAVIDES
UN SABIO CONTEMPORÁNEO
Agosto de 2019
Juan Benavides tiene muchas definiciones para sí mismo: es veloz, inquieto, práctico, muy duro y bastante cortante. Tiene, además, muy claro su valor de mercado, es disciplinado y busca siempre una visión de contexto que le ayuda a entender dónde está y qué puede hacer para mejorar una realidad.
Él es miembro de la nueva Misión de Sabios de Colombia. Es uno de los 43 expertos convocados por el Gobierno para aportar en la construcción e implementación de una política pública en educación, ciencia, tecnología e innovación para el país, y está encargado de la coordinación del grupo de energía sostenible, dada su trayectoria en ese sector.
En su perfil como miembro de la misión, el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación -Colciencias-, destaca que es, además, arquitecto de soluciones en infraestructura, ciudades, política pública, organización industrial, contratos, estrategia, transformación de negocios, y matemática financiera. Y, él mismo, entre sus destrezas, reconoce la habilidad para comprender la economía política en temas claves para el desarrollo, como el agua o el transporte.
De hecho, uno de sus últimos aportes está relacionado con la estructuración del Plan Maestro de Transporte Intermodal, una propuesta de infraestructura para el comercio exterior, el desarrollo regional y la integración del territorio nacional entre 2015 y 2035. Lo hizo como investigador de la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), donde también ha llevado a cabo investigaciones y propuestas sobre instituciones regulatorias, transporte de gas natural y asuntos de telecomunicaciones, entre otros.
También fue especialista sénior de infraestructura en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para el que ahora es consultor, y ha sido consultor del Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), así como para gobiernos latinoamericanos, como El Salvador, que recientemente le encargó la elaboración de su Plan Maestro de Infraestructura.
Estudió en Los Andes Ingeniería Eléctrica durante los años 70, una época en la que esa era una carrera de vanguardia y contaba con profesores recién graduados de doctorado en universidades extranjeras y que vinieron al país a enseñar en pregrado los libros que ellos acababan de estudiar. “Fue una educación muy versátil y de alta calidad”, recuerda.
Después se formó en Matemáticas Avanzadas, en la Universidad Nacional, y en Gestión de Sistemas Energéticos, de nuevo en Los Andes, para luego cursar un doctorado en Economía Minera de la Universidad Estatal de Pennsylvania. “Yo había quedado con un gusto por las matemáticas, pero fue ahí cuando aprendí a leer los contextos”, señala ya pausado, después de haber aprendido a dominar la frustración.
“Uno se frustra si tiene las expectativas equivocadas. De joven uno propone cambiar el mundo, pero luego, cuando entiende que puede cambiar solo un trozo de la realidad, ve como lo cambia y ya no se frustra”
Juan Benavides
Su clave está en pensar estratégicamente, en anticiparse a la forma como las cosas podrían no funcionar y buscar soluciones robustas que soporten los juegos de intereses y otras eventuales dificultades en la implementación de los planes. “Si antes un ingeniero se emocionaba solamente por la tecnología, ahora debe preocuparse además por los aspectos prácticos de la puesta en funcionamiento de su propuesta, aun cuando haya personas o corporaciones que no estén de acuerdo con lo proyectado”, explica. Por eso, hace tiempo cambió lo estético por lo práctico. “No está mal soñar, pero hay que hacer que las cosas sucedan”.
Y para él, hacer que las cosas sucedan implica, sencillamente, trabajar. “No importa cómo, lo importante es aportar”. Por eso está en la Misión Internacional de Sabios, cuya meta es entregar en diciembre una propuesta para hacer que el país avance en ciencia, tecnología e innovación.
Y en esta ocasión, piensa Benavides, lo importante es planear cómo garantizar una financiación sostenible y una apropiación de la investigación por parte del sector privado. En ese caso, “el reto no es decir qué hacer, sino cómo hacerlo”, sobre todo porque si algo ha confirmado tras años de experiencia, es esa teoría del economista indio Kaushik Basu que señala que si un resultado no corresponde a un equilibrio económico -es decir, a unas expectativas y a unas capacidades- no hay ley que lo pueda implantar. Palabras más, palabras menos: “usted no saca nada con las normas si las normas son lo único”, explica Benavides.
Así que las recomendaciones que prepara con sus compañeros de misión serán válidas –y útiles– siempre y cuando haya presión competitiva en el entorno privado, “de lo contrario no se logra nada”, asegura este hombre al que no le gusta asumirse a sí mismo como un sabio. “Es un término anacrónico para este siglo, cuando ya el conocimiento está al alcance de todos. Ese calificativo no me hace ni mejor ni peor que los colegas, ni debe considerarse un honor. Hay mucha gente que sabe más y no está en la Misión”, asegura con la certeza y humildad que se les endilga a los sabios. Digamos entonces que él es uno contemporáneo.
En Los Andes
Juan Benavides ha sido profesor de las Facultades de Ingeniería y Administración de la Universidad, Vicedecano de Investigación en Ingeniería y director del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (CIDER)