Agosto de 2019
Juan Benavides tiene muchas definiciones para sí mismo: es veloz, inquieto, práctico, muy duro y bastante cortante. Tiene, además, muy claro su valor de mercado, es disciplinado y busca siempre una visión de contexto que le ayuda a entender dónde está y qué puede hacer para mejorar una realidad.

Él es miembro de la nueva Misión de Sabios de Colombia. Es uno de los 43 expertos convocados por el Gobierno para aportar en la construcción e implementación de una política pública en educación, ciencia, tecnología e innovación para el país, y está encargado de la coordinación del grupo de energía sostenible, dada su trayectoria en ese sector.

En su perfil como miembro de la misión, el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación -Colciencias-, destaca que es, además, arquitecto de soluciones en infraestructura, ciudades, política pública, organización industrial, contratos, estrategia, transformación de negocios, y matemática financiera. Y, él mismo, entre sus destrezas, reconoce la habilidad para comprender la economía política en temas claves para el desarrollo, como el agua o el transporte.

De hecho, uno de sus últimos aportes está relacionado con la estructuración del Plan Maestro de Transporte Intermodal, una propuesta de infraestructura para el comercio exterior, el desarrollo regional y la integración del territorio nacional entre 2015 y 2035. Lo hizo como investigador de la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), donde también ha llevado a cabo investigaciones y propuestas sobre instituciones regulatorias, transporte de gas natural y asuntos de telecomunicaciones, entre otros.

También fue especialista sénior de infraestructura en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para el que ahora es consultor, y ha sido consultor del Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), así como para gobiernos latinoamericanos, como El Salvador, que recientemente le encargó la elaboración de su Plan Maestro de Infraestructura.

Estudió en Los Andes Ingeniería Eléctrica durante los años 70, una época en la que esa era una carrera de vanguardia y contaba con profesores recién graduados de doctorado en universidades extranjeras y que vinieron al país a enseñar en pregrado los libros que ellos acababan de estudiar. “Fue una educación muy versátil y de alta calidad”, recuerda.

Después se formó en Matemáticas Avanzadas, en la Universidad Nacional, y en Gestión de Sistemas Energéticos, de nuevo en Los Andes, para luego cursar un doctorado en Economía Minera de la Universidad Estatal de Pennsylvania. “Yo había quedado con un gusto por las matemáticas, pero fue ahí cuando aprendí a leer los contextos”, señala ya pausado, después de haber aprendido a dominar la frustración.

“Uno se frustra si tiene las expectativas equivocadas. De joven uno propone cambiar el mundo, pero luego, cuando entiende que puede cambiar solo un trozo de la realidad, ve como lo cambia y ya no se frustra”
Juan Benavides

Su clave está en pensar estratégicamente, en anticiparse a la forma como las cosas podrían no funcionar y buscar soluciones robustas que soporten los juegos de intereses y otras eventuales dificultades en la implementación de los planes. “Si antes un ingeniero se emocionaba solamente por la tecnología, ahora debe preocuparse además por los aspectos prácticos de la puesta en funcionamiento de su propuesta, aun cuando haya personas o corporaciones que no estén de acuerdo con lo proyectado”, explica. Por eso, hace tiempo cambió lo estético por lo práctico. “No está mal soñar, pero hay que hacer que las cosas sucedan”.

Y para él, hacer que las cosas sucedan implica, sencillamente, trabajar. “No importa cómo, lo importante es aportar”. Por eso está en la Misión Internacional de Sabios, cuya meta es entregar en diciembre una propuesta para hacer que el país avance en ciencia, tecnología e innovación.

Y en esta ocasión, piensa Benavides, lo importante es planear cómo garantizar una financiación sostenible y una apropiación de la investigación por parte del sector privado. En ese caso, “el reto no es decir qué hacer, sino cómo hacerlo”, sobre todo porque si algo ha confirmado tras años de experiencia, es esa teoría del economista indio Kaushik Basu que señala que si un resultado no corresponde a un equilibrio económico -es decir, a unas expectativas y a unas capacidades- no hay ley que lo pueda implantar. Palabras más, palabras menos: “usted no saca nada con las normas si las normas son lo único”, explica Benavides.

Así que las recomendaciones que prepara con sus compañeros de misión serán válidas –y útiles– siempre y cuando haya presión competitiva en el entorno privado, “de lo contrario no se logra nada”, asegura este hombre al que no le gusta asumirse a sí mismo como un sabio. “Es un término anacrónico para este siglo, cuando ya el conocimiento está al alcance de todos. Ese calificativo no me hace ni mejor ni peor que los colegas, ni debe considerarse un honor. Hay mucha gente que sabe más y no está en la Misión”, asegura con la certeza y humildad que se les endilga a los sabios. Digamos entonces que él es uno contemporáneo.

 

En Los Andes

Juan Benavides ha sido profesor de las Facultades de Ingeniería y Administración de la Universidad, Vicedecano de Investigación en Ingeniería y director del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (CIDER)