Paulo De Oliveira-De Jesús | Profesor asistente del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica. Ph. D. en Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación por la Universidad de Oporto. | pm.deoliveiradejes@uniandes.edu.co
Julio de 2022
Desde hace más de 50 años el gas natural se ha utilizado para producir electricidad. Hoy, este combustible fósil es considerado como una fuente imprescindible para la transición energética.
De acuerdo con XM, administradora del mercado de energía mayorista, la matriz de generación de Colombia reportó en abril de 2022 que el 86,27% de la energía producida provino de recursos renovables y el 13,73% restante, de recursos no renovables. Dentro de los no renovables (combustibles fósiles), el más usado fue el gas con un 81.55%, equivalente a 23.29 GWh-día promedio y en segundo lugar, el carbón con un 17.62%, equivalente a 5.03 GWh-día promedio.
El protagonismo del gas natural en el mercado de la electricidad se puede sustentar, principalmente, en dos razones: la primera es que dentro de los combustibles fósiles es el menos contaminante, desde el punto de vista de las emisiones; y la segunda, es su papel fundamental para garantizar la continuidad en el suministro del servicio.
En el primer aspecto, Paulo De Oliveira, profesor asistente del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Universidad de los Andes, investigador en temas técnicos, económicos y regulatorios de sistemas energéticos, recalca: “el gas no debe considerarse energía limpia por cuanto su combustión libera emisiones de dióxido de carbono. Pero sí es el más limpio de los combustibles fósiles, ya que con la ayuda de la tecnología sus emisiones asociadas son menores a las de otros combustibles como el carbón y el diésel. Puede ser 70% menos emisor que el carbón y ese es un punto a favor”.
De ahí que en la coyuntura actual de transición a fuentes de energía más limpias, para combatir el cambio climático y cumplir con las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el gas natural siga siendo atractivo porque permite avanzar gradualmente hacia la descarbonización de la economía.
Al respecto, el profesor De Oliveira anota que “en la manera en que se produce la electricidad, las turbinas a reacción (las mismas que usan los grandes aviones) pueden quemar gas para producir electricidad de forma muy eficiente y con menos emisiones en comparación con otras tecnologías como, por ejemplo, las basadas en calderas y turbinas a vapor. Es decir, la cantidad de gramos de CO2 por cada kWh producido en una central térmica a gas es muchísimo más limpia que una central térmica que funcione con carbón”.
En el segundo aspecto, que se refiere a la continuidad en el servicio, se debe tener en cuenta que no existe una única fuente que pueda cubrir toda la demanda energética, por lo que se requieren múltiples fuentes, entre ellas el gas natural. “Este se emplea de forma constante en las centrales térmicas y lo necesitamos porque muchas veces se requiere que una central tenga producción permanente, que no sea intermitente y eso es fundamental para garantizar la continuidad del servicio”, explicó De Oliveira.
Justamente, una de las barreras para la masificación de las tecnologías más amigables con el ambiente, porque no producen emisiones, es que estas son intermitentes, esto quiere decir que dependen de la disponibilidad del recurso. Por ejemplo, en el caso de energías limpias como la eólica, si no hay suficiente viento en un momento dado, no se puede cubrir la demanda. Frente a este punto, el profesor señala que “en el mercado compiten todas las tecnologías con sus respectivos combustibles. Las centrales térmicas no son intermitentes, uno las prende y le dan la potencia necesaria para cubrir una demanda. En cambio, los grandes parques solares y eólicos son intermitentes: producen una energía muy barata, pero no disponible cuando uno la necesita, por lo tanto, son un complemento, realmente. Eso hace que, en algunos sistemas eléctricos, el gas natural sea imprescindible para garantizar la seguridad del suministro”.
“El gas no debe considerarse energía limpia por cuanto su combustión libera emisiones de dióxido de carbono. Pero sí es el más limpio de los combustibles fósiles, ya que con la ayuda de la tecnología sus emisiones asociadas son menores a las de otros combustibles como el carbón y el diésel. Puede ser 70% menos emisor que el carbón y ese es un punto a favor”: Paulo De Oliveira-De Jesús.
Contar con el recurso del gas natural resulta estratégico si se tiene en cuenta que lo esperado es que haya un crecimiento económico en Colombia y, por ende, aumente la demanda de energía eléctrica por parte del aparato productivo. Si no es gas, las otras opciones que existen para satisfacer las necesidades de energía eléctrica son mucho más contaminantes. “Por eso, hay que aprovechar el gas existente en el país, incluso del país vecino, para poder comprarlo a través de gasoductos, que es más barato y así poder apalancar el crecimiento económico en Colombia”.
Según los análisis de la Unidad de Planeación Minero-energética (Upme), en el periodo proyectado 2021-2035, la tasa de crecimiento anual de la demanda de energía eléctrica se ubicará entre el 2,28% y el 2,68%; y entre el 0,74% y 1,60%, para el gas natural.
Sin embargo, Colombia se debate si explota o no sus reservas de gas no convencional, pues esto significa realizar la fracturación hidráulica (fracking) en el país. “Las reservas de gas natural libre en Colombia son escasas y difíciles de descubrir, se encuentran a mucha profundidad en la Costa Caribe colombiana. No obstante, el país dispone de reservas de gas no convencional. De renunciar a la explotación de yacimientos no convencionales, la salida sería comprar el gas licuado a través de barcos metaneros y plantas de regasificación lo que conlleva pagar un precio alto por el combustible en los mercados internacionales”.
“Por eso, hay que aprovechar el gas existente en el país, incluso del país vecino, para poder comprarlo a través de gasoductos, que es más barato y así poder apalancar el crecimiento económico en Colombia”: Paulo De Oliveira-De Jesús.
En el largo plazo, el gas natural irá perdiendo importancia en la medida en que surjan nuevas tecnologías más limpias y menos intermitentes, mientras tanto se contempla como parte de la ecuación para combatir el cambio climático.